La Travesía de San Silvestre por lãs avenidas de Sao Paulo es una de las competencias de calle/ruta más populares de Latinoamérica y la de mayor tradición, ya que celebrará su centenario en 2025. Anteriormente se largaba en la medianoche del 31 de diciembre para culminar con el nuevo año pero, últimamente, se trasladó a la mañana del 31 y desde hace tres décadas se estableció una distancia de 15 km
Las estrellas del atletismo de fondo a nivel mundial –hablamos de leyendas como Zatopek, Kuts, Bikila, Keino, Rono, Roelants, Shorter, Rosa Mota y varios más- engalanaron esta prueba. Y también está ligada a algunos de los momentos inolvidables del atletismo argentino: los que protagonizó Osvaldo Suárez a fines de la década del 50, cuando se convirtió en el primer atleta en obtener la San Silvestre en tres ediciones consecutivas.
Creada por el periodista Casper Libero y el diario La Gazeta Esportiva, la San Silvestre se convirtió en prueba internacional desde 1947. Y dos años más tarde tuvo su primer ganador extranjero, el uruguayo Oscar Moreira. En aquel momento se corría sobre 7 km. y nuestro Delfo Cabrera –quien meses más tarde alcanzaría la gloria olímpica en el maratón de Londres- ocupó el 4° puesto.
Otros argentinos fueron protagonistas en las temporadas siguientes: Ricardo Bralo –que sería una de las figuras de los Juegos Panamericanos inaugurales en 1951 con sus medallas de 5.000 (oro) y 10.000 (plata)- subió al podio de la San Silvestre a fines del 48. Y al año siguiente, el luego subcampeón olímpico Reinaldo Gorno quedó 4°, mientras Pedro Caffa era 7°, en una carrera ganada por el astro mundial de ese momento, el finés Viljo Heino.
Juan Doroteo Miranda, quien alcanzaría el top de su campaña en mediofondo con su victoria panamericana de 1.500 metros en 1955 sobre Wes Santee, también incursionó en largas distancias y fue el mejor argentino de la San Silvestre en las temporadas del 52 y 53. Alcanzó el 10° puesto la primera vez, cuando ganó el yugoslavo y medallista olímpico de maratón Franjo Mihalic, y le acompañaron nombres como Walter Lemos (11°), Ricardo Bralo (14°) y Ezequiel Bustamante (18°).
La San Silvestre de 1953, también sobre 7.3 km, fue una de las más importantes de la historia ya que llegaba nada menos que Zatopek, la “Locomotora Humana”, luego de su inigualable hazaña de los Juegos de Helsinki: allí había ganado los 5.000 y 10.000 metros llanos, y el maratón (delante de Gorno). La presencia del checo en Sao Paulo fue apoteótica y la Gazeta Esportiva lo presentó así: “El mejor atleta del mundo en la mayor prueba del mundo”. Zatopek ganó la carrera en 20:31, seguido por Mihalic.
Allí Miranda logró el sexto puesto y se producía el debut, a sus 19 años, de Osvaldo Suárez con un meritorio 11° lugar. También estaban mediofondistas como Gilberto Miori (15°) y Antonio Núñez (17°).
Miranda volvió a destacarse con su sexto lugar en 1955, cuando triunfó el británico Ken Norris y mientras a sus 40 años, el gran Juan Raúl Ibarra –nuestro gran protagonista de principios de la década anterior- también se daba el gusto de correr la San Silvestre (terminó 24°).
El portugués Manuel Faria fue el vencedor en 1956 (allí quedó Armando Belivet Pino en el puesto 12°) y 1957 donde se presentaba como estrella el bicampeón olímpico de Melbourne, el ucraniano Vladimir Kuts. Este poco pudo hacer en el calor y la humedad paulista, terminando 7°. Pero en esa época, Suárez ya se perfilaba como la gran estrella del atletismo de fondo de nuestra región y escoltó a Faria, a sólo un segundo (21:38 a 21:39 para el recorrido de 7.4 km). Luis Sandobal se destacó con su 22:34 y el “lugarteniente” de tantas corridas de Osvaldo, Walter Lemos, fue 14°.
También por aquella época se realizaban selectivos en nuestro país para asistir a San Silvestre y la prueba gozaba de gran popularidad. Y Suárez llegó a la corrida de diciembre de 1958 precedido por una notable expectativa, que terminó de concretar al ganar la San Silvestre en 21:41, superando esta vez a Faria (22:23). Lemos pudo instalarse en el top 10 (23:49 para el décimo puesto) y los acompañaron Alberto Rïos (12°) y Domingo Amaison, quien iniciaba la que sería su extensa campaña internacional con un 26° puesto.
Las tres victorias de Suárez
(En el libro de nuestra Biblioteca Digital “Suárez, el hombre y su tiempo” de Rubén Aguilera-Eduardo Biscayart-Luis Vinker un capítulo describe las hazañas del gran Osvaldo en San Silvestre. Aquí, un fragmento).
Había gran expectativa en Brasil por la participación de Suárez. Cinco días antes, Varig –la compañía aérea brasileña que trasladaba a nuestros atletas- ofreció una recepción en su sede del centro porteño, en la Diagonal Sáenz Peña y allí estaba Suárez junto a los otros fondistas argentinos, el titular de su equipo, Velocidad y Resistencia (Carlos Bovo) y los dirigentes de la Federación (Guillermo Caamaño, Nicolás Pelosi): “Hay mucha confianza en Suárez en todos los corredores argentinos”, describió el corresponsal de La Gazeta, Guillermo Aparicio.
Escribió Félix Frascara en El Gráfico: “No hay exageración alguna en afirmar que la famosa Corrida de San Silvestre constituye uno de los espectáculos más sensacionales que puedan darse en materia de fiestas populares. Son dos acontecimientos en uno: la carrera en sí, que reúne a los atletas de mayor renombre mundial en la especialidad, y el esplendoroso marco que lo rodea”.
Y comentó sobre aquella carrera: “Magnífica victoria de nuestra máxima figura. Suárez aprovechó con inteligencia la lección experimentada el año anterior, cuando por luchar con Kuts permitió que Faria le arrebatara el triunfo. Esta vez, el argentino preparado en forma cuidadosa, ostentando un magnífico estado y una indiscutible clase de campeón, no salió a pelear contra los otros, sino a hacer ‘su’ carrera. Y se impuso con holgura en forma brillante, recogiendo a través de todo el trayecto de 7 kilómetros y fracción el sostenido aplauso de la muchedumbre. Eran miles y miles de aplausos en realidad, pero parecían uno solo, como si las manos fueran enhebrándose”.
El pelotón de punta formó con Suárez, Faria y el británico Clark, entre otros, hasta que el argentino salió más decidido desde los 2 kilómetros, solo seguido por el portugués. Sin embargo, Suárez iba estirando diferencias y todo el interés se concentró en la lucha entre sus escoltas.
Para fines del 59, y dada la popularidad tanto de Suárez como de la San Silvestre, El Gráfico destina a su enviado especial Cecilio de la Vega para la cobertura.
“Cuesta trabajo situar al lector en lo que es San Pablo durante los últimos días del año. Es toda una ciudad que vibra ante la realización de su San Silvestre. Porque desde hace ya tiempo tan sensacional prueba ha dejado de pertenecer pura y exclusivamente a la Gazeta Esportiva para convertirse en un patrimonio de la ciudad misma. Ese es posiblemente el gran secreto de la San Silvestre y una de las razones fundamentales de su éxito sin par. Todo el mundo siente la necesidad de colaborar en la realización de la carrera, y así desde la gran cantidad de premios que donan los particulares y las casas comerciales hasta el total apoyo de las autoridades municipales y policiales, San Pablo íntegro pone el hombre para darle brillo a esta singular competencia. Se hace difícil llevar al papel la extraña sensación de deslumbramiento que se siente a medida que se va acercando la hora de la largada” describe el periodista.
A las 23.40 se oyeron los acordes del Himno brasileño, y apenas finalizado, un tiro y el comienzo del ulular de la sirena de «A Gazeta Esportiva» indicaron que se había largado la carrera. Bajo una lluvia de confeti. Alentados por la ensordecedora grita del público los 217 hombres partieron hacia la victoria.
Ahora Suárez era el favorito y se consideraba como su rival más riesgoso al británico Martin Hyman, quien lo había aventajado en la carrera de los 5.000 en Linz donde el argentino estableció el récord sudamericano de 14:11. Pero las posibilidades de Hyman se redujeron por llegar apenas seis horas antes de la prueba, después de más de 30 horas de viaje. “Apenas tuvo tiempo de comer alguna cosa, dormir un rato, hacer el recorrido en auto y presentarse en la línea de largada. Difícil se hacía que un hombre que corriera en tales condiciones pudiera tener éxito. Los demás competidores podían ser rivales de cuidado, pero al que Suárez más respetaba era al inglés. Por supuesto que ante lo ya relatado le perdió un poco de respeto”, escribió El Gráfico.
Tomó la punta el belga Gaston Roelants, quien estableció una ventaja de 50 metros al cumplirse el primer kilómetro sobre un lote que formaban Suárez, Hyman, Faria y el canadiense Kyle. Poco duró el intento de Roelants, un hombre que jugaría un rol clave en la San Silvestre en años posteriores, ya como figura mundial. Hyman tomó la punta, con Kyle y Suárez en segunda posición y así ingresaron a la cuesta de la calle Gabriel dos Santos.
Hyman resistió adelante, pese a las exigencias de esa subida. Pero a los 5 kilómetros las distancias se acortaban. A los 6, ya marchaban los tres juntos, con Hyman dando sus primeras señales de cansancio y Suárez en control de la carrera, aún cuando Kyle produjo varios cambios de ritmo. Faltando 600 metros, Suárez inició el sprint que le llegaría a la victoria, con un margen de 30 metros sobre el canadiense y Hyman quien, pese a todo, pudo ubicarse en el podio. “La virtud de Suárez estuvo en no haber salido a pelear la punta, sino en esperar confiado en que Hyman no tendría las reservas para aguantar semejante ritmo. El supuso que tarde o temprano el inglés tenía que «pinchar», como ocurrió” escribió el cronista en El Gráfico.
Y el triplete se completó el 31 de diciembre de 1960. Aunque venía de una agotadora temporada –que incluía la participación en el maratón olímpico y sus tres medallas doradas en los Iberoamericanos de Santiago de Chile- Suárez fue un convincente ganador de la San Silvestre, delante de un calificado rival como el alemán Hans Grodotzky, subcampeón olímpico de los 5.000 y 10 mil metros, pocos meses antes en los Juegos de Roma.
El post
Suárez no pudo retener su cetro a fines de 1961, ya que abandonó y allí Amaison fue el mejor argentino en el 9° puesto. La novedad era la presencia del etíope Abebe Bikila, ganador del maratón olímpico de Roma, el hombre que inauguró el imperio africano en las carreras de fondo, extendido hasta nuestros días. Bikila fue segundo en aquella San Silvestre, ganada por el británico Hyman en 21:25, con seis segundos de ventaja.
Sin embargo, Suárez volvería a tener protagonismo en las temporadas siguientes, quedando tercero en 1962 (allí venció Hamoud Hameur, de Francia, con 22:09) y octavo en 1963, donde el ganador fue el belga Henry Clerck. En esta prueba Sandobal terminó 16, Alberto Rïos 23, Amaison 25 y se produjo el debut de la entonces juvenil promesa argentina, Mario Cutropia, en el puesto 41.
Cutropia sería el mejor argentino de la temporada siguiente en el 11° puesto, superando nada menos que al keniata Kipchoge Keino. Fue una prueba que ganó el belga y campeón olímpico del “steeple” Gaston Roelants, inaugurando su cosecha de cuatro títulos, y donde el segundo puesto fue para el primer fondista español de gran categoría internacional, Mariano Haro Cisneros, recientemente fallecido.
Roelants repitió su triunfo en 1965, en una carrera donde Cutropia terminó 12° y Amaison, 15°.
Pero desde entonces las participaciones argentinas se fueron limitando. Alberto Barceló, procedente de Mar del Plata, asistió en 1966 (28°). En la temporada olímpica de 1968, con el cuarto triunfo de Roelants en San Silvestre, tuvimos a Nazario Araujo en el puesto 14°, Barceló 20° y Carlos Altamirano, subcampeón sudamericano de maratón, 25°. Todavía aquellos nombres se mantenían al año siguiente (Araujo 13°, Cutropia 20°, Barceló 29°).
Juan Adolfo Carrizo, el fondista de Bragado que dominó prácticamente todo el territorio nacional en las carreras de fondo durante los años 70, asistió a algunas ediciones de San Silvestre, quedando 19° en 1972 y 40° en 1974. En 1975 el colombiano Víctor Mora disfrutaba la gloria por su serie de triunfos allí, incluyendo el de esa temporada con nombres famosos entre sus vencidos (el italiano Franco Fava, el belga y subcampeón olímpico de maratón Karel Lismont, el supercampeón de fondo en pista Lasse Viren…). Y en esa temporada del 75 tuvimos a varios argentinos en la carrera: Juan Carrizo terminó 28° y Adolfo Olivera –quien falleció hace pocos días- 42°. También participó Amaison, ya a sus 41 años y próximo a su despedida de las competencias, ocupando el lugar 55°.
Pero la novedad en la edición de 1975 fue la incorporación de la carrera femenina, ganada por la alemana Christa Vahlensieck y donde nuestra pionera del fondo Iris Fernández (también la primera en correr un maratón) logró el cuarto puesto.
Olivera volvería en 1978 a San Silvestre (fue 24°). Y dos años más tarde, acaso disfrutando de un cierto renacer en nuestro atletismo de fondo, estuvieron nombres como Fernando Marrón (22°), Enrique Bedascarasbure (28°), Jorge Monín (34°), Rubén Aguiar (38°) y Raúl Víctor Llusá (47°). En esa temporada del 80, los entonces jóvenes Marrón y Monín venían de batir los antiguos récords del gran Osvaldo en 5.000 y 10.000 metros llanos, anticipando una nueva era en ambas distancias.
El 31 de diciembre de 1981, con el cuarto triunfo de Víctor Mora, los colombianos hicieron un pleno en la San Silvestre (tres de los cuatro primeros lugares) y Llusá, procedente de San Pedro y campeón argentino de maratón fue 26°.
Uno de nuestros mejores fondistas de los años 80, el tucumano Juan Pablo Juárez, volvió a instalar al atletismo argentino en el top 10 de San Silvestre al lograr el 8° puesto en 1986 con 38:15 para un recorrido de 12,6 km, mientras se iniciaba la serie triunfal del ecuatoriano Rolando Vera. Otra novedad de esa edición fue el comienzo del ciclo de la máxima ganadora en damas, la campeona olímpica de maratón Rosa Mota, portuguesa.
Juárez también quedó 10° al año siguiente, ya acompañado por varios nombres que lucieron en esa época como el olímpico Julio Gómez (17°), el especialista y recordman del “steeple” Marcelo Cascabelo y Antonio Silio, quien debutó en San Silvestre en un puesto más lejano (38°) pero se instalaría en el top poco tiempo después. Juárez volvió a quedar ° en 1988 y en la temporada de 1990 Silio ya consiguió el 7° lugar, algo que ningún otro argentino ha logrado desde entonces en el sector masculino. En ese momento el triunfador fue el mexicano y recordman mundial de los 10 mil metros llanos, Arturo Barrios.
La temporada de 1991, nuevamente con Barrios dominante, significó el comienzo de los 15 km. para San Silvestre y allí Silio fue 15° con 45:51 (repitió esa posición un año más tarde).
El dominio africano fue abrumador desde entonces (el kenyata Simon Chemoiwo había ganado esa carrera del 92), vendría la hegemonia de su compatriota Paul Tergat. Y recién últimamente reaparecieron algunos de nuestros nombres destacados. Martín Méndez quedo 14° hace dos años con 48:10. Y algunas de nuestras maratonistas olímpicas también incursionaron allí: Daiana Ocampo (11ª. en 2018 y 9ª. un año después) y Marcela Cristina Gómez, quien fue 7ª. en 2019, cuando triunfó la keniata –y luego recordwoman mundial de maratón- Brigid Kosgei.