Por LUIS VINKER
El maratón de Boston es –dentro del circuito de las carreras- el de mayor tradición en el atletismo mundial ya que comenzó a disputarse el 19 de abril de 1897, un año después de la restauración de los Juegos Olímpicos. Muchas de sus tradiciones se mantienen, entre ellas la de su fecha, el tercer lunes de cada abril en coincidencia con el Día del Patriota en Estados Unidos.
Su recorrido original era de 24,5 millas, pero desde 1924 se adaptó a las convenciones internacionales del atletismo, comenzó a largarse en Hopkinton y se determinó los clásicos “42.195 metros” (o 26 millas 385 yardas), que se habían establecido para el maratón desde los Juegos Olímpicos de Londres, en 1908. No obstante, entre las décadas del 40 y 50 –según verificaciones posteriores- el recorrido de Boston fue ligeramente menor (“short course”). Otro aspecto importante en términos reglamentarios es que la carrera se inscribe como “downhill”, es decir, con un curso en descenso, lo cual impide la homologación de marcas. Un tema controversial en el caso de Boston ya que el citado “downhill” –entre el punto de partida y llegada- está compensando por las altas y bajas, exigencias, que se producen a lo largo del recorrido para todos los competidores.
Tres de los más grandes corredores de fondo del historial argentino acudieron a Boston, invitados por la organización: los medallistas olímpicos Delfo Cabrera y Reinaldo Gorno, y Osvaldo Suárez. Y los tres pudieron ubicarse en el top 10, jerarquizando sus campañas y con un mérito que hoy, a tanta distancia, podemos revalorizar aún más. Un merito que también correspondió al recordado Ezequiel “Chapita” Bustamante. Claro que son épocas distintas, en aquellos tiempos la prueba reunía a menos de 200 competidores, cuando hoy –a tono con lo que sucede en todo el mundo- convoca a decenas de miles.
Boston tiene el “glamour” de los grandes maratones y el sabor de su inmensa tradición. También, sus dificultades. Tanta que, entre los hombres, apenas un campeón olímpico –el italiano Gelindo Bordin (Seúl 88)- pudo triunfar allí. En damas, son cuatro las campeonas olímpicas que comparten esa distinción con el triunfo en Boston: la estadounidense Joan Benoit, la portuguesa Rosa Mota, la etíope Fatuma Roba y la keniata Peres Jepchirir.
SIETE DECADAS ATRAS
Delfo Cabrera, campeón olímpico en Londres (1948) y 6° con su mejor marca personal de 2:26:43 cuatro años más tarde en Helsinki, donde venció el fabuloso Emil Zatopek delante de Gorno, fue invitado para Boston en 1954 junto a los mejores corredores de su época.
Las crónicas de aquel día indican que se trató de un lunes más cálido que los habituales en el abril de Boston y que largaron 140 corredores (otras versiones citan treinta más) y Cabrera se mantuvo en un expectante tercer puesto, detrás del finés Veikko Karvonen y el británico Jim Peters, metidos en un intenso duelo por la punta. Cabrera declinó a partir de la milla 12, cuando fue sobrepasado por otro finés, Erkki Puolakka y dos corredores japoneses y terminó 6°.
Después de su segundo puesto de la temporada anterior en 2:19:19, detrás del japonés Keizo Yamada (2:18:51), Karvonen se había preparado especialmente para esta edición en el gélido invierno nórdico. Y el mes previo al maratón de Boston, Karvonen y Puolakka entrenaron en Clifton, New Jersey.
Aunque Peters intentó despegarse, Karvonen produjo el definitivo cambio de ritmo y su “escape” en la famosa colina de Heartbreak para ganar con un margen de más de dos minutos.
La crónica de la agencia AP señaló: “Peters corrió con la cabeza y los hombros de un lado a otro como si estuviera exhausto desde el principio. Peor hasta la subida a Heartbreak Hill, su estilo era tan efectivo como el ritmo lento e ininterrumpido de Karvonen”.
Se calcula que unas 500 mil personas presenciaron la carrera a lo largo de todo su recorrido.
El mejor entre los estadounidenses fue John J. Kelley, un estudiante de la Universidad de Boston, procedente de New London, quien logró el séptimo puesto. Tres años más tarde iba a alcanzar la gloria al triunfar en este maratón. Se lo apodaba “Kelley el joven” para no confundirlo con otra leyenda del maratón de Boston, John Adalbert Kelley, un hombre que participó 50 veces en esta prueba y ganó dos de ellas (1935 y 1945), además de representar a EE.UU. en los maratones olímpicos de Berlin 36 y Londres 48. Otra leyenda que también corrió en 1954 en Boston –y ya con 65 años, terminando en el puesto 78- fue Clarence De Mar: el mayor ganador en la historia de la prueba, con siete títulos, el primero en 1911.
Esta fue el top ten de Boston en 1954
1 Veikko Karvonen Finlandia 2:22:40
2 James Peters Gran Bretaña 2:24:25
3 Eriki Puolakka Finlandia 2:25:30
4 Kurau Hiroshima Japón 2:27:35
5 Katsua Nishida Japón 2:27:50
6 Delfo Cabrera Argentina 2:28:51
7 John J. Kelley EE.UU. 2:33:40
8 Ezequiel Bustamante Argentina 2:35:17
9 Nicholas Costes EE.UU. 2:37:19
10 Nobuyoshi Sadanaga Japón 2:40:37
El estadounidense Theodoro Corbitt fue 11° con 2:44:30
Ese mismo día, en Buenos Aires, se realizaba un desfile de la Confederación Argentina de Deportes “en homenaje al presidente Juan Domingo Perón” y las grandes figuras de la época, y anteriores, iban por la avenida Corrientes, desde Alem hasta la 9 de Julio: allí estaban nuestros maratonistas Gorno y Zabala, el campeón olímpico de remo Tranquilo Capozzo, la lanzadora Ingeborg Mello. Una foto del gráfico la muestra a la lanzadora junto a los ex boxeadores y medallistas olímpicos Pedrito Quartucci y Víctor Avendaño… Otra noticia deportiva que copaba los titulares era la llegada del campeón alemán de fútbol, el Hot Weiss-Essen, que traía entre sus filas a Helmuth Rahn, pocos meses después el héroe de la final ante Hungría en el Mundial, en Berna.
Lo cierto es que Cabrera y Bustamante habían plantado bandera en Berna. Al año siguiente estuvo Reinaldo Gorno. Y años después, fue Osvaldo Suárez el que incursionó en la carrera, logrando el 5° puesto en 1959 con 2:28:24 y el 8° cinco años más tarde con 2:27:51. En 1981, el mendocino Alfredo Maravilla se convirtió en el primer maratonista de nuestro país al correr por debajo de las 2:20, justamente en Boston donde marcó 2:17:43. Aunque la marca, por el recorrido «downhill», no era homologable. Maravilla finalmente se apoderó del récord meses más tarde en Rio de Janeiro (2:20:52) y al año siguiente, en Frankfurt, lo llevó a 2:19.47.
En diciembre de aquel 1954, Cabrera, Bustamante y Gorno emprendieron la aventura de Japón bajo la guía técnica de Alejandro Stirling. Fue con el maratón de Nakamura –luego convertido en el maratón de Fukuoka- donde Gorno consiguió el triunfo más relevante de su campaña con 2:24:55, Bustamante fue 21° con 2:41:05 y Cabrera tuvo que abandonar, luego de ser golpeado por un auto. Y ya no volvería a competir en la distancia que lo llevó a la gloria.
Ezequiel Bustamante, un personaje
Surgió muy joven en el firmamento atlético argentino, debutó en una carrera en Parque Centenario y en 1939 lograba una medalla de bronce sobre 10 mil metros en el Campeonato Sudamericano de Lima.
Aunque recién, más de una década después alcanzó su mejor nivel. Le tocó la época dorada del fondismo argentino (desde Roger Ceballos y Raúl Ibarra hasta Delfo Cabrera y Reinaldo Gorno más adelante), por lo que sus resultados quedan por debajo, pero hoy –a la distancia- son igualmente valiosos.
Más allá de toda cuestión técnica, fue un singular personaje del atletismo argentino y logró otra medalla de bronce de 10 mil en los primeros Juegos Panamericanos, en Buenos Aires (1951). Y una de plata en el Sudamericano Extra de Santiago de Chile (1953) donde escoltó a Gorno en el medio maratón.
Estuvo luchando por su puesto en los maratones olímpicos para Helsinki (fue 4° en el selectivo por la avenida General Paz) y mucho más adelante, ya en el cierre de su campaña, para los Juegos de Roma. No le alcanzó.
Pero asistió a varios de los maratones más importantes del mundo en su época. En 1953 fue 3° en Donbirn (Austria) con 2:39:01, una carrera ganada por Gorno. Después del 8° puesto en Boston y el 21° en Kamakura en 1954, retornó allí en 1955 consiguieron la mejor marca de su campaña (2:27:51, aunque short course).
En la semblanza sobre Bustamante –apodado “Tapita” y “Negrito” en el ambiente atlético de su época- Alfredo Aguirre escribió que “era mulato, de descendientes de aquellos africanos que era frecuente ver en nuestra niñez en la ensenada de Barragán y que terminaron mixturándose con gringos y criollos. Bustamante, solía repetir cono un latiguillo ´El Negrito, Tapita de El Gráfico’. Aludía, a su condición de ganador de la entonces famosa Maratón de los Barrios, que organizaba la revista y que le permitió salir en la tapa (…) El negrito se autotituló ‘ el campeón de los cien barios Porteños´, par fraseando al ya popular Alberto Castillo”.
Aguirre describe múltiples anécdotas de Bustamante. “Como el Negrito, al advenimiento del peronismo, ya no era joven, supo desplegar toda su capacidad histriónica y de relaciones públicas durante esa época. Dicen que una vez el general Perón, fue a ver una justa atlética y al ver la carrera de fondo del programa, preguntó ¿No corre Bustamante?”.
Con singular “movilidad” para buscar sus espacios, se lo ve en la foto alzando a Pascualito Pérez al consagrarse campeón mundial de los moscas –nuestro primer campeón de boxeo- en Japón, donde Bustamante acababa de participar con Gorno y Cabrera de la carrera de Nakamura. También, alzando a Osvaldo Suárez en una de sus victorias de San Silvestre.
Cierra Aguirre: “En 1967 terminé maltrecho el maratón del Sudamericano en Parque Chacabuco. En la llegada estaba Don Ezequiel, con su elegancia particular: traje azul claro, sombrero verde botella y un clavel rojo en el ojal, la tribuna me aplaudía. Luego me di cuenta que ese aplauso lo había organizado él, haciendo una apología de lo que significaba correr un maratón, como tantos que corrió él. El Negrito dejo este mundo, plácidamente, en la primavera de 1977. Pocos meses antes, tuvimos la suerte de promover un homenaje a los grandes fondo argentino, con el aporte inestimable del Sindicato del Seguro. Allí por última vez los vimos juntos a Zabala, a Cabrera, a Gorno, a Lemos, a Corsino Fernandez, a Guillermo Weller, y a nuestro Ezequiel Negrito Bustamante”.
Veikko Korvonen
Finlandia fue la gran potencia de las carreras de fondo, desde la época de Paavo Nurmi hace un siglo, en una saga que se extendió hasta Lasse Viren y sus hazañas en la década del 70.
Pese a ello, no habían triunfado en Boston hasta la aparición de Karvonen. Empleado del Correo, quedó como el principal exponente del atletismo finés de los años 50 ya que fue campeón europeo de 1954 en Berna y bronce olímpico en Melbourne, dos años más tarde, además de vencedor en Boston.
En realidad, dos de los ganadores de los primeros tiempos habían nacido en Finlandia, pero emigraron desde chicos a EE.UU.. El primero fue Carl Linder, campeón de Boston en 1919. Y el otro, Taavi “Dave” Komonen, quien triunfó en 1934: “Komonen intentó ganar en 1933, pero tuvo que doblegarse ante la abrumadora Leslie Pawson. Pobre y desempleado, el zapatero Komonen tuvo que vender sus zapatos por 4 dólares después de la carrera para volver a casa. Sin embargo, regresaría a Boston al año siguiente y ganaría la carrera con sus zapatos de piel de ciervo hechos por él mismo. La victoria en Boston fue un simple milagro, ya que Komonen había pasado hambre durante años antes de ganar la gran carrera”, cuenta un texto de Ossi Paltoniemi.
Nacido el 5 de enero de 1926 en Sakkola, en la región de Carelia, Veikko Leo Korvonen inició su andadura deportiva en Saarijärvi, en el centro del país, luego de la Segunda Guerra Mundial. Su aparición en el primer nivel se dio en el Campeonato Europeo de 1950 en Bruselas, donde logró la medalla de plata detrás del británico Jack Holden. Después de ganar tres carreras al año siguiente –incluyendo Enschede en Países Bajos y el Campeonato Nacional de su país- Karvonen era la esperanza para Finlandia en los Juegos que se harían justamente en la capital, Helsinki. Sin embargo, a pocos meses de la gran cita, sufrió una lesión en la espalda que le obligó a suspender por seis semanas sus entrenamientos.
A pesar de todo, se alineó en la salida y consiguió el 5° puesto de aquella memorable carrera en la que Zatopek completó su inigualable triplete dorado (5.000 – 10.000 – maratón) y de la cual el atletismo argentino se enorgulleció por siempre: Gorno subcampeón, Cabrera sexto.
Convocado para Boston, logró el citado segundo puesto de 1953 –bajando por primera vez la barrera de las 2:20- y la victoria del 54, anticipando su coronación europea.
Nuevamente tenía el sueño olímpico y Melbourne, a fines de 1956, se realizaba bajo un inusual calor. Se lo recuerda como uno de los más duros maratones en el historial de los Juegos, marcó la coronación del francés Alain Mimoun, el segundo puesto para el yugoslavo Franjo Mihalic y el tercero para el finés, desbordado por aquel en los tramos finales.
Karvonen retornó a Boston consiguiendo el segundo puesto en 1957 –detrás de John J. Kellye- y el cuarto en 1959. A lo largo de su campaña, ganó 15 de sus 35 maratones, incluyendo entre ellas Fukuoka en 1955.
Al retirarse de las competencias vivió en Turku –la ciudad de Paavo Nurmi- donde murió el 1° de agosto de 2007 a los 81 años. A pesar de sus éxito, Karvonen no estaba enamorado del maratón. Una vez lo llamó “una experiencia terrible: monótona, pesada y agotadora”.
Karvonen abrió el camino a las victorias de Finlandia en Boston ya que le siguieron Antti Viskari –sargento del ejército- en 1956 (2:14:14), Eino Oksanen en tres oportunidades (1959 con 2:22:42, 1961 con 2:23:29 y 1962 coin 2:23:48), Paavo Kotila (1960 con 2:20:54) y el último, hasta hoy, Olavi Suomalainen con 2:15:39 en 1972, en el memorable duelo con el colombiano Víctor Mora.
Jim Peters
Jim Peters, el hombre que protagonizó el gran duelo con Karvonen en Boston, fue también el primer maratonista en la historia que corrió oficialmente por debajo de las 2 horas y 20 minutos. En un lapso de dos temporadas –entre 1950 y 1954- batió en cuatro oportunidades el récord del mundo, aunque es más recordado por la dramática carrera de los Juegos de la Commonwealth en Vancouver, Canadá.
Nacido el 24 de octubre de 1918 en Hackwick, un suburbio londinense, compaginaba su profesión de óptico con sus agotadores programas de entrenamiento.
En los Juegos Olímpicos de Londres (1948) fue 9° sobre 10 mil metros llanos y luego su nuevo entrenador, Johnny Johnstone, lo convenció para dedicarse al maratón.
Se apoderó del récord mundial al ganar el campeonato británico con 2:20:43, el 14 de junio de 1952 en Chiswick. Esto lo convertía en un candidato a la medalla olímpica en Helsinki, pero –aquejado por calambres- abandonó. Casi un año después (13-6-53) en la misma Chiswick, llevó el récord a 2:18:51 al obtener una prueba de gran tradición en su país, la Polytechnical Harriers. El 4 de octubre de 1953 llegó al “templo” de los corredores de Finlandia, Turku, para aventajar a la elite de su país (Karvonen incluido) y batir por tercera vez el tope mundial con 2:18:53. Y finalmente lo hizo con 2:17:40, el 26 de junio de 1954, nuevamente en Chiswick y dos meses después del duelo de Boston.
Pero su colapso en Vancouver marcó su campaña. Sucedió el 7 de agosto. Al llegar al estadio y tener al alcance de la medalla de oro de los Juegos de la Commonwealth, le llevaba casi 5 km. de ventaja a sus escoltas. En un clima muy húmedo y caluroso (30°C), sufrió una deshidratación severa y comenzó a tambalearse. Luego se cayó más de media docena de veces, incluso arrastrándose a cuatro patas mientras intentaba, pero no lograba, completar la última vuelta de la pista hasta el final. Se lo llevaron al hospital…
Otra crónica británica revive el drama: “Ahora, de repente, los fans están paralizados por esta figura heroica/trágica cuyo rostro se está volviendo de un blanco grisáceo fantasmal con su camiseta empapada de sudor, pantalones cortos ridículamente holgados y zapatillas de Woolworth. En lo alto de la sala de prensa, el gran Peter Wilson del Daily Mirror metió otra hoja en su máquina de escribir: «Dos pasos hacia adelante, tres hacia un lado. Así que ayúdenme, ahora está corriendo hacia atrás… oh, está abajo otra vez… El espectáculo nauseabundo de un hombre semiconsciente al que se le permite destruirse a sí mismo mientras nadie tiene el poder o el sentido común para intervenir.”. Algunos entre la multitud habían comenzado a gritar a los funcionarios para que pusieran fin al triste espectáculo. En un momento, el locutor pidió orden y «respeto a la deportividad».
Roger Bannister –convertido desde semanas antes en una celebridad mundial, al ser el primer hombre en bajar los 4 minutos en la milla- lo acompañó en todo momento. También fue un prestigioso médico. Peters estuvo inconsciente durante tres horas en el hospital y según sus propias palabras “tuve la suerte de no morir” a causa de la carrera. Bannistser viajó con él de regreso a Inglaterra. “Me dijo que sobreviví como un milagro, debo haber estado deshidratado por millas”, agregó Peters.
Los informes de la época culparon al golpe de calor, pero una investigación más reciente de todos los registros médicos sugirió que la fatiga inducida por la hipertermia y el daño cerebral inducido por el calor podrían haber sido la causa.
Murió el 12 de junio de 1999, víctima de un cáncer.
En busca de un milagro
Otra curiosidad de Boston 54, aunque sin vinculación específica con lo que fue la carrera, es la película canadiense que Teza Lawrence y Michael McGowan filmaron hace dos décadas. La titularon “Saint Ralph”, aunque se conoció entre nosotros como “En busca de un milagro”. Allí el protagonista es un adolescente llamado Ralph Walker –protagonizado por Adam Butcher- que se entrena para el maratón de Boston de 1954: su sueño es ganarla y que su madre pueda despertarse de un coma.
Fuentes
Archivos Clarín – La Razón
Aventuras en las pistas (Luis Vinker, 2011, ediciones Al Arco)
Maratón de Boston – sitio oficial
Revista Mundo Amateur
Historia de Delfo Cabrera (por D. Cabrera/h – Línea de los Atletas)
World Athletics
Imagen: el duelo Karvonen-Peters por la punta (foto del Sitio Oficial)