Por LUIS VINKER
El deporte argentino tuvo su primera participación olímpica hace un siglo, en los Juegos celebrados en París y donde, el atletismo, contó con una gran figura como fue Luis Antonio Brunetto. En uno de los más vibrantes concursos de su época, logró la medalla de plata en el salto triple después de un duelo con el australiano Nick Winter. Y el registro conseguido por Brunetto en aquella agobiante jornada del 12 de julio de 1924, en el Estadio de Colombes, revelaba su calidad: sus 15.425 metros iban a permanecer durante veinticinco años como récord sudamericano, hasta la aparición de uno de los más grandes atletas de la historia, el brasileño y bicampeón olímpico Adhemar Ferreira da Silva.
También, aquellos 15.425 se mantuvieron como récord argentino por más de medio siglo, hasta ser mejorados por los 15.85 m. de Emilio Angel Mazzeo durante los Juegos Panamericanos de México, en octubre de 1975. Hace pocos días, y acaso como un homenaje a aquella gesta de Brunetto, Maximiliano Díaz –el mejor de nuestros triplistas durante las últimas décadas- llevó el récord a 16.62 metros en Salta.
Si bien Brunetto casi no tenía experiencia internacional, sus marcas anticipaban que podía competir entre los favoritos, tal como ocurrió. El plantel atlético, en los albores de nuestro atletismo como organización federada, contaba con la guía técnica delmaestro estadounidense llamado Federico Dickens.
El Campeonato Sudamericano, disputado en abril en la pista de césped del Club Atlético San Isidro, había lanzado a nuestro primer equipo olímpico. El mismo que tendría la oportunidad de compartir en París con leyendas de nuestro deporte como lo fueron el finés Paavo Nurmi (logró allí cinco medallas doradas) o los velocistas británicos Harold Abrahams y Eric Liddell, cuyas gestas en 100 y 400 metros respectivamente fueron retradas posteriormente en la película Carrozas de Fuego.
Los orígenes
Durante nuestra investigación para el libro “Aventuras en las pistas” (ed. Al Arco, 2011) y específicamente para el capítulo dedicado a nuestro primer medallista olímpico, tuvimos la oportunidad de conocer a Luis Evaristo Brunetto, el hijo de Luis, quien nos contó sobre los orígenes:
“Nuestra familia venía de Italia, del Piamonte y mis abuelos se establecieron en Rosario. Mi padre Luis Antonio nació allí el 27 de octubre de 1901. Cuando él era tenía tres años volvieron a Italia, allí nació su hermano Orestes y cursaron toda la primaria en ese país. Pero un día, mi abuelo que también se llamaba Luis decidió radicarse definitivamente en la Argentina”.
Luis Antonio y Orestes eran puntales del Club Atlético Provincial, referencia del deporte rosarino, como integrantes del equipo de básquet que ganó los campeonatos santafesinos. Orestes también era tenista, pero Luis Antonio triunfó como atleta, el mejor de la Argentina en aquellos tiempos fundacionales.
En una entrevista de la revista El Gráfico, en vísperas de su viaje a París, Brunetto detalló sus comienzos:
“Yo estaba en el Club Provincial y Victorio Demarchi, el entrenador de atletismo, me pidió que defendiera sus colores en un torneo atlético. Me inscribió en varias pruebas y me dio un breve entrenamiento. Pero el día del torneo, deasparecí entre el público. Demarchi me descubrió, me llevó al vestuario y prácticamente me desvistió… Yo estaba temblando. Ya habían pasado dos pruebas. Hasta que debuté más muerto que vivo y salto en alto sin impulso y quedé segundo con 1,38. Enseguida, ocurrió lo mismo con el salto en largo…”. Desde ese día, se tomó al atletismo “más en serio. En 1921 me hice federado, participé en torneos y conseguí mi primer récord de salto triple con 13,09 metros. Mi entusiasmo fue in crescendo”. Brunetto tenía un físico privilegiado (1m88 de estatura y 83 kg. de peso) y explicaba que, su entrenamiento para el salto triple, se basaba en otras pruebas: “Hacía velocidad, vallas y lanzamiento de bala para fortalecerme”.
Brunetto también contó que había jugado futbol en el Colegio Nacional “pero sin entusiasmo, en torneos interno. Abandoné porque mi organismo se resentía de los violentos cuerpo a cuerpo en las canchas de fútbol”.
La Federación Atlética Argentina (FAA), que regía los destinos federados de nuestro deporte, se había fundado poco antes (1919) y el primer Campeonato Nacional se realizó al año siguiente en la pista de Ferro Carril Oeste. Esta también fue la sede en 1921, el 15 y 16 de octubre, y allí Brunetto participó en tres pruebas, ganando en triple con 12.885, quedando como subcampeón de largo con 6.31 y cuarto en salto en alto con 1.55 m.
El 16 de abril de 1922 en Rosario, Brunetto se apoderó del récord sudamericano de triple al saltar 13.45 y 13.66, dejando atrás los 13.395 que mantenía el chileno Adolfo Carl Reccius desde 1920. Y dos meses más tarde, nuevamente en Ferro, retuvo el título nacional con 13.545 metros.
La temporada de 1923 marcó su despegue hacia los planos mundiales, al convertirse en el primer triplista de la región en superar los 14 y los 15 metros. El 8 de julio en Rosario llevó el récord sudamericano a 13.76 y 14.09. Y el 27 de octubre hasta 15.15, durante un torneo que Gimnasia y Esgrima organizó en la pista del Parque Independencia. Ese registro instaló a Brunetto como el 2° en la lista mundial, detrás del finés VIlho Tuulos, quien había logrado 15.48 y cinco performances sobre los 15 metros. Tuulos era el campeón olímpico de Amberes 1920 y lógico contendiente para París. El récord mundial -15.52 del británico/estadounidense Daniel Ahearn- resistía desde antes de la primera Guerra Mundial (1911).
Sobre finales de esa misma temporada, Brunetto concurrió a la inauguración de la pista de ceniza de la Asociación Cristiana de Jóvenes, en Independencia y Azopardo. Allí ganó en salto triple con 14.26 y también mejoró la marca sudamericana de salto en largo con 6.685 m.
Poco después, entrevistado por El Gráfico, se refirió a su sistema de entrenamiento:
“Mi training se reduce, durante un mes, a media hora que empleo así: carreras de velocidad de 40 metros, lanzamiento de bala con lo cual fortifico la pierna del pique para el triple, seis o siete saltos de valla que contribuyen a alargar el segundo salto del triple… Observo en los saltos de vallas que sean altos y largos, procurando mantener las piernas lo más rectas posibles, formando una línea horizontal, porque así se les predispone para mi especialidad…”.
El Campeonato Sudamericano de 1924 fue el primero en pistas argentinas. El 18 de abril, Brunetto logró la medalla de plata del salto en largo con 6.63 m., detrás del chileno Ramiro García quien consiguió apenas dos milímetros más (6.632). Su especialidad del salto triple se disputó al día siguiente y Brunetto triunfó sin dificultades con 14.64 m., quedando segundo su compatriota Alfredo Miserere con 13.715. El podio debió ser completamente argentino ya que Valerio Vallania –nuestro héroe de salto en alto y pruebas combinadas- marcó 13.58 m. para el tercer puesto… y momentos más tarde fue descalificado “por un error en la inscripción”. El uruguayo Angel Colombo, con 13.55 m. estaba cuarto y el tercer lugar fue declarado “en blanco”. Cuestiones de la época, como también la descalificación del chileno Otto Riedel (13.39 m.) “por utilizar agarraderas”.
Lo cierto es que allí Brunetto inició una hegemonía a nivel sudamericano que se iba a prolongar hasta totalizar cinco títulos consecutivos, algo que nadie pudo igualar hasta hoy, pese a los colosos brasileños de primer nivel mundial que pasaron por esta especialidad (Adhemar, Nelson Prudencio, Joao Carlos de Oliveira y Jadel Gregorio, entre otros).
Aún nos quedará París
“Aquella de 1924 fue la Olimpíada de Nurmi, pero también fue la Olimpíada de los velocistas inmortalizados muchos años después en la bellísima película Carrozas de Fuego. Abrahms, Scholz, Liddell, Paddock… sprinters de leyenda para unos Juegos legendarios”, escribió Angel Cruz en Atletismo Español. “En el conjunto, Estados Unidos volvió a imponerse ampliamente en cómputo de medallas, aunque Finlandia planteó dura batalla con la actuación de Paavo Nurmi y Vile Ritola, los finlandeses voladores”.
Para salto triple en París se inscribieron veinte atletas y, entre ellos, kos tres medallistas de los Juegos anteriores en Amberes: el finés Tuulos y los suecos Folke Jansson e Ivar Sahlin.
Pero en vísperas de la prueba olímpica, ninguno había superado los 15 metros en la temporada y Brunetto podía considerarse entre los favoritos. Solamente otro finés, Vaino Rainio (14.84 el 25 de mayo en Helsinki) y el australiano Winter (14.78 el 23 de febrero, 14.66 el 29 de marzo, ambas en Sidney) llegaban con marcas superiores.
Anthony William “Nick” Winter provenía de Brockelsby, estado de New South Wales, con un antecedente en salto triple de 15.15 metros desde 1921. Tenía 30 años y vivía en Sidney, donde su padre manejaba una casa de billar (especialidad en la que Nick también llegaría a ser un experto jugador y empresario). Nick había combatido para las fuerzas australianas en la Primera Guerra Mundial, desde Egipto hasta Francia, para colaborar luego como bombero. De tremendo potencial físico y ambición, éste era un punto de identificación con Brunetto. “Para Nick Winter, ganar los Juegos Olímpicos era la ambición de su vida” describió Paul Jenes, australiano y presidente de la Asociación Mundial de Estadísticos de Atletismo.
El sistema de competición establecía que todos los atletas disponían de tres saltos en una primera ronda. Y los seis mejores de esa serie, avanzaban a tres saltos finales.
El arranque de Brunetto fue sencillamente excepcional, con sus 15.425 metros que demolieron su propia plusmarca sudamericana y el récord olímpico que el británico Tim Ahearne había fijado dieciséis años antes en Londres (14.92). Brunetto –quien marcó 14.80 y 15.20 en los dos saltos siguientes- se había asegurado su pase a la ronda final, en tanto Winter, tras un nulo en el comienzo, marcó los 15.18 en el segundo. Los otros cuatro clasificados fueron Tuulos con 14.84, Rainio con 14.94, Jansson con 14.97 y el japonés Mikio Oda (14.35). Este, un hombre que iba a marcar rumbos en la generación siguiente, con la corona olímpica en Amsterdam y el record mundial de 15.58 en 1931.
A partir de allí todo se concentró en el duelo Brunetto-Winter. Entre los otros cuatro finalistas, sólo los fineses mejoraron en la ronda decisiva, al atravesar los 15 metros, lo que le daría la medalla de bronce a Tuulos con 15.37 y el cuarto puesto a Rainio (15.01).
En la cuarta vuelta, Brunetto llegó a 14.78, mientras el australiano lograba 15.13. Ambos cometieron nulo en el quinto. Y el último, fue apoteótico.
Winter marcó 15.525, batiendo el récord del mundo…
Brunetto conmovió con su último intento. Según algunos testigos, alcanzó los 15.70 metros, pero los jueces marcaron nulo, una pisada casi imperceptible, más allá de la tabla. El Gráfico había destinado dos enviados especiales en esos Juegos, su redactor jefe Aníbal Vigil y Pedro Fiore: en la tapa de la revista, dedicada a Brunetto, consignan que aquel último salto fue nulo, por apenas dos centímetros.
La crónica del periodista de La Prensa, Arturo Hortal, detalló:
“A esta altura se descontaba el triunfo del argentino, porque faltaba solamente el salto de Winter y era poco probable que mejorara la performance de Brunetto. El entusiasmo de los atletas argentinos y de sus compañeros era enorme y todos los estimulaban. Tocoó entonces le turno al últimom salto de Winter y en las primeras dos zancadas llegó al borde de la arena con gran impulso y se elevó bien en el último salto, tocando tierra en buena posición. A simple vista pudo apreciarse que la distancia marcada era excelente, pero era difícil saber si habría pasado la performance del argentino. En los instantes en que los jueces midieron el terreno, los rostros de todos los argentinos demostraba explicable ansiedad y los minutos parecieron siglos. Finalmente, el altoparlante anunció que la performace del australiano era de 15 metros 525 milímetros, lo que fue una enorme decepción cuando todos esperábamos ver al tope del mástil de Colombes la bandera de la patria, más querida que nunca, ahora que la distancia y la fatalidad nos quitaba uno de los más grandes placeres deportivos. Quedaba aún una espernza: ¿sería capaz Brunetto de batir el récord anterior? El argentino demostró gran temperamento y corazón para la lucha. Conocedor Brunetto de que se había mejorado su performance se alejó para iniciar su último salto. Pronto lo vimos venir a grandes tarancos y tomando impulso hacia la tabla de pique, llegó a ella y haciendo un esfuerzo enorme cubrió una distancia superior a todas las anteriores. Un grito entusiasta se sintió en el estado que decía: “Brunetto, viejo”. Era Enrique Thompson, el capitán del equpio de atletismo, quien creía que el nuestro había triunfado. Desgraciadamente, el argentino al tomar impulso se pasó por escasos centímetros en la tabla de pique, anulando los jueces el salto que le hubiera dado el triunfo, pues llegó a 15,70 metros”.
Luis Evaristo Brunetto nos contó: “Muchas veces le preguntaron a mi padre por aquel salto, si sentía que lo perjudicaron o, directamente, si le habían robado el triunfo. Jamás quiso aceptar eso, era un caballero y un deportista en todo sentido. Siempre respondía: si los jueces marcaron nulo, fue nulo”.
“Cuando ya no esperábamos sino el momento de ver flamear nuestra bandera y escuchar el himno para corearlo, este ‘maldito’ Winter sobrepasó a Brunetto y batió el récord mundial. Para los argentinos y sudamericanos, la performance de Bruneto y su regularidad merecen ser recibidas con orgullo”, escribió Vigil, quien además comentó todas las pruebas atléticas en los Juegos.
Habían competido en durísimas condiciones: pasado el mediodía de ese 12 de julio, la temperatura trepó hasta los 40 grados y varios de los participantes del cross country se desmayaron, en lo que se recuerda como “el infierno de Colombes” y que motivó que esa prueba quedara borrada del programa olímpico.
Esta fue la clasificación oficial final:
1 Nick Winter Australia 15.525 récord mundial
2 Luis Brunetto Argentina 15.425 récord sudamericano
3 Vilho Tuulos Finlandia 15.37
4 Vaino Rainio Finlandia 15.01
5 Folke Jansson Suecia 14.97
6 Mikio Oda Japón 14.35
7 Earle Wilson EE.UU. 14.235
8 Ivar Sahlin Suecia 14.16
9 Merwin Graham EE.UU. 14.00
10 John O’Connor Irlanda 13.99
11 Willem Peters Holanda 13.86
12 Hans Odde Gran Bretaña 13.40
13 Jack Higginson Gran Bretaña 13.34
14 Phil McDonald Canadá 13.33
15 Harold Langley Gran Bretaña 12.74
16 Russ Sheppard Canadá 12.72
17 Louis Wilhelme Francia 12.66
18 Kiril Petrunov Bulgaria 12.015
Andre Clayeux Francia sin marca
William De Hart Hubbard EE.UU. sin marca
Semanas más tarde, en la bahía de Sidney, Winter fue recibido como un héroe nacional, era uno de los tres australianos que logró medalla dorada en los Juegos. En dos torneos disputados en esa ciudad, en noviembre, intentó batir nuevamente el récord, pero quedó en 15.47 y 15.06. Siguió compitiendo por varias temporadas más, pero su nivel decrecía y en los Juegos de Amsterdam terminó 12°, mientras la victoria fue para Oda con 15.21. Winter se retiró del atletismo con 38 años de edad, se dedicó al billar y a sus negocios, y lo encontraron muerto en su casa en 1955 por un escape de gas.
Brunetto, por su parte, compitió en el Campeonato Argentino, esta vez en la antigua pista de Gimnasia y Esgrima, en lo que sería su despedida de este evento. Volvió a ganar en triple (14.73), fue 5° en salto en alto con 1.65 m. y subcampeón en salto en largo con 6.695, prueba en la que Valerio Vallania le arrebató el tope sudamericano al colocarlo en la frontera de los 7 metros (6.985).
Post olímpico
Brunetto ya no volvería a las grandes competencias internacionales, poco frecuentes en su época, pero su dominio regional fue intocable, mientras alternaba con otras disciplinas.
En 1925 participó en los primeros Juegos Rioplatenses en Montevideo, un match Argentina-Uruguay que se extendió hasta principios de los 70. Allí venció en largo con 6.37 y triple con 14.03. El 11 de octubre en Rosario, junto a Vallania colocaron el record sudamericano de salto en alto en 1.81 (el cordobés luego lo llevarái a 1.85). Ese día también marcó 15.00 metros en salto triple, una marca que a nivel mundial sólo fue superada ese año por el finés Tuulos con 15.06 m. Y al día siguiente, Brunetto se convirtió en el primer atleta de la región en superar los 7 metros en largo, consiguiendo 7.02 y 7.085 en el mismo concurso, marca recién superada en 1930 por el brasileño Cyro Falcao.
A comienzos de 1926 defendió su corona sudamericana del salto triple en Montevideo con 15.10, otro registro que lo mantuvo como el mejor del mundo. Allí, además, fue cuarto en salto en alto con 1.75 y salto en largo con 6.39. Y lo invitaron al torneo internacional en el Estadio Los Leones, en Santiago de Chile, como una gran atracción junto al ídolo local –y luego subcampeón olímpico de maratón- Manuel Plaza. Brunetto exhibió allí su calidad con 14.61 m. en triple y la figura del evento fue su compatriota (y también compañero de la aventura parisina) Federico Brewster, al igualar el tope sudamericano de los 400 metros llanos con 49.4.
Los otros títulos sudamericanos para Brunetto se concretaron en Santiago de Chile (14.64 en 1927), Lima (14.77 m. en 1929) y Buenos Aires (14.23 en 1931). Era su despedida del atletismo. Tomás Diz, campeón en Montevideo (1933) heredó el reinado de Argentina para el salto triple en los Campeonatos Sudamericanos y tendrían que pasar casi ocho décadas –hasta Maxi Díaz en Buenos Aires 2011- para ver a otro atleta de nuestro país al frente de esa especialidad.
Luis Evaristo Brunetto, uno de los cinco hijos del gran campeón, nos contó “después de su retiro, se entregó por completo a su trabajo en Correos y Telégrafos. Pero no dejó el atletismo de lado, acompañó como juez y colaborador. Aquí cerca, por ejemplo, ayudó a levantar la pista de Lomas de Zamora, que fue una de las más importantes del país”.
Brunetto se recibió como perito mercantil en Rosario y, dentro de Correos y Telégrafos (luego Correo Argentino), atravesó todo el escalafón hasta llegar a la Administración General antes de su retiro en 1951. Empezó como contador en Rufino, donde fue gran amigo de Bernabé Ferreyra. También de Pedro Quartucci –a quien conocía desde los Juegos de París- y más adelante Noemí Simonetto, otra subcampeona olímpica que dio el atletismo, se contaban en el círculo de sus relaciones. Brunetto pasó a Mercedes y luego, como interventor, recorrió casi todo el país. Desde 1945 fijó residencia en Llavallol, aunque con alguna ilusión de regresar a su Rosario natal: era fanático de Central.
En 1963, cuando la vigencia de su récord a nivel nacional ya causaba asombro, Brunetto fue entrevistado por Jorge Ventura en El Gráfico. El periodista apuntó que “desde los Juegos de París apenas dos atletas argentinos se han acercado a la marca, Néstor Tenorio con 15.19 en 1939 y Jorge Castillo en 1960 con 15.03, durante los Juegos Rioplatenses en Montevideo”. Brunetto le contó “el día de la marca de Castillo yo estaba de juez de la prueba y daba la impresión de que podía mejorar el record. Hice arreglar la arena, para que estuviera en las condiciones reglamentarias”. Y luego evocó su propia época: ¿Pudo haber llegado más lejos en su carrera deportiva? Brunetto refiere entonces a la preccariedad material y técnica con la que se practicaba atletismo: “Muchas veces, para poder entrenarnos, teníamos que cortar el pasto que se acumulaba. Yo era recordman argentina y todavía saltaba en alpargaras. Los zapatos con clavos, ni los conocíamos…”.
Acerca de la falta de renovación en la prueba en nuestro país, señaló: “El problema viene del salto en largo. Si no tenemos hombres ahí, menos los tendremos en triple. Tampoco hay una dedicación especial. Pero lo esencial, como en casi todo el atletismo, incluso en los lanzamientos, es la velocidad. Por lo menos hay que hacer 11 segundos en los 100 metros. Yo corriendo no era un crack, pero hasta los 50 metros, los sprinters de la época no me sacaban ventaja”.
También comentó sobre el gran Adhemar Ferreira da Silva: “Tenía el mismo estilo que yo. Y lo criticaban porque daba un segundo paso muy largo pero, para mí, es el paso fundamental”.
Concluyó su hijo: “Al poco tiempo de jubilarse en Correos, sufrió cáncer de pulmón y lo operó el doctor Taiana. Volvió a trabajar como contador para una compañía privada, pero no dejó de fumar”. Y eso lo llevó a la muerte, al agravarse el cáncer, el 7 de mayo de 1968 en su casa de Llavallol.