LOS MOSQUETEROS ARGENTINOS (*)
Un siglo atrás, el deporte argentino hizo su aparición oficial en los Juegos Olímpicos. Sucedió en París y allí el equipo de atletismo, preparado por aquel notable maestro estadounidense que tanto le brindó a nuestro deporte, Federico Guillermo Dickens, contó con un nombre estelar, el rosarino Luis Antonio Brunetto, quien se consagró subcampeón del salto triple con una marca de 15.425 metros que iba a permanecer por más de medio siglo al tope de las listas nacionales.
También en aquellos Juegos, el atletismo argentino contó con un valioso plantel de velocistas –se aceptaban hasta cuatro participantes por país en cada prueba- aunque llegaban con escasa experiencia internacional. Las competencias se realizaron bajo un intenso calor en el Estadio Colombes, cuya pista tenía una extensión de 500 metros.
Entre aquellos velocistas, se encontraban los argentinos que se habían lucido pocos meses antes en los 400 metros llanos del Campeonato Sudamericano, en San Isidro. Y se esperaba su participación en la posta 4×400, que no pudo concretarse debido al desgarro sufrido por Francisco Dova en la prueba individual.
Estos nombres marcaron el rumbo de la prueba en nuestro país durante la época fundacional del atletismo federado, con sus títulos y sus seguidillas de récords. Ellos fueron:
- Félix Escobar, representante del Club Pedestre La Plata. Nació en 1901.
- Francisco Dova, de la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA), quien también fue uno de nuestros mejores exponentes en los 800 metros llanos. Nació en 1903.
- Federico Brewster, oriundo de Neuquén, pero residente en Rosario y representante de Gimnasia y Esgrima de esa ciudad. Nació el 21 de enero de 1906.
- Emilio Enrique Casasnovas, de la Asociación Deportiva Palermo y también, de Velocidad y Resistencia. Nació el 22 de abril de 1905 (otras fuentes citan 1901). Entre las décadas del 30 y 40 fue un destacado entrenador de fútbol de Primera División, con un largo ciclo en Huracán en los comienzos del profesionalismo, para seguir luego en varios clubes (Unión de Santa Fe, Tigre, All Boys, Los Andes, Argentino de Quilmes y Banfield, entre otros). No era lo que en el fútbol moderno se denomina Director Técnico, sino que el concepto de “entrenador” abarcaba las funciones en la preparación física.
Escobar fue el primero entre ellos en sobresalir en el atletismo nacional, que recién comenzaba a organizarse en el plano federado, desde la fundación de la F.A.A. en 1919 y la incorporación un año más tarde al Campeonato Sudamericano, además del lanzamiento de los Campeonatos Nacionales.
El 20 de marzo de 1922, Escobar integró el equipo del Pedestre La Plata que estableció el récord argentino de la posta 4×400 con 3:35.8 y durante los Campeonatos Nacionales se consagró en los 400 llanos, además de quedar tercero en los 200 metros y subcampeón con el relevo largo. Dova, por su parte, clasificó 4° en los 800 metros.
Ambos fueron incluidos en la Selección Argentina para los Juegos Latinoamericanos, organizados por Brasil en el Estadio Fluminense durante septiembre, celebrando el Centenario de su independencia. Aquellos Juegos tuvieron algunas controversias, sobre todo por la fiscalización y divergencias entre dirigentes. Lo cierto es que casi un siglo después, la Consudatle homologó definitivamente sus resultados (a excepción de algunas pruebas anuladas) y designó a dichos Juegos como Campeonato Sudamericano.
Una de las pruebas anuladas fue la de la posta 4×400, donde la Argentina con José Ricardo Pozzi, Dova, Rodolfo Etcheverry Sarrat y Escobar había logrado el tercer puesto. Escobar, por su parte, se llevó la medalla de bronce en la prueba individual, ganada por el astro de aquella época, el uruguayo (y también notable futbolista) Isabelino Gradín, quien marcó un récord sudamericano de 50.3/5, quedando segundo el brasileño Dyonisio de Figueiredo.
En los Campeonatos Nacionales de 1923, Escobar ganó los 100, 200 y 400 metros con marcas de 11 4/5, 22 4/5 y 52 2/5 respectivamente, en tanto Dova fue su escolta en esta prueba y también quedó llegó en 800, detrás de Luis Suárez.
Pero en los torneos de cierre temporada, Dova se convirtió en la figura central, tanto en los 400 como en los 800, prueba en la que le igualaría el tope a nacional a Suárez con 2:02.0.
Durante la tercera edición del torneo Primavera, que organizó el Club Deportivo Nacional en la antigua pista de Gimnasia y Esgrima, el 18 de noviembre, Dova igualó el récord nacional de los 400 metros en poder de Pozzi con 51.2. La lluvia había dejado la pista en mal estado, pero Dova igual pudo concretar ese récord. “Ganó holgadamente” detalló La Nación, en una prueba en la que el segundo puesto fue para Bernardo Ciriza, del club organizador, y el tercero para Roberto Genta, del Atlético Argentino.
Dos semanas después y en el mismo escenario se realizó el torneo del Club Pedestre La Plata. Allí se establecieron varias marcas nacionales: Camilo Rivas con 11.0 en los 100 metros, José Lago –oriundo de Pontevedra, España- con 9:25.2 en 3.000 y Jorge Haeberli con el tope sudamericano de garrocha (3.70). Sucedió el domingo 2 de diciembre y allí Dova se adjudicó los 400 llanos, igualando sus 51.2 y superando a Escobar, Emilio Casasnovas y Bernardo Ciriza en la final.
La crónica del diario La Prensa define a aquella carrera como “una bonita lucha” y detalla: “Se inició con un tren acelerado, destacándose al frente Escobar, seguido de Dova. Sin mayores alternativas y con un tren sostenido continuó la carrera hasta los 200 metros, donde Dova logró dar alcance a Escobar para pasarlo durante el transcurso del codo, entrando a la recta final separados por un metro. A esa altura los dos competidores se esforzaron considerablemente, logrando Escobar descontar algo de la ventaja que llevaba Dova. Daba la impresión a 20 metros de la llegada de que le daría alcance. Más los esfuerzos hechos le restaron energías y se entregó completamente batido, cruzando la meta Dova con dos metros de ventaja sobre el campeón nacional”.
El último de los encuentros de la temporada de 1923 tuvo como sede la pista de ceniza de la YMCA, que se inauguró en ese momento en Independencia y Azopardo, en San Telmo. Fue el 15 y 16 de diciembre y estuvieron las figuras de la época, encabezadas por el rosarino Luis Antonio Brunetto, quien se había instalado entre los mejores triplistas del mundo con sus 15.15 m. asombrosos para la época (y anticipando su medalla olímpica). Brunetto, en la YMCA; estableció la marca nacional y sudamericana del salto en largo con 6.685m. Otros récords que se fijaron allí fueron los de 800 metros (el citado de Suárez con 2:02.0), lanzamiento de bala (Jorge Llobet Cullen con 13.245) y 3:35.6 del Club Pedestre La Plata en la posta larga.
Los 400 metros se disputaron el domingo, en una jornada muy ventosa y otra vez ganó Dova, seguido por Escobar y Ciriza. Dova venía de un intenso trajín ya que había competido en los 800. Escobar integró la posta 4×400 del Club Pedestre La Plata que llevó el récord nacional de 3:34.0 formando junto a Alberto Ballarati, Rodolfo Echeverry Salat y Bernardo Ciriza.
Dova batió posteriormente el tope nacional de 400 a 51.0 (sin precisión de fecha).
La temporada de 1924 resultó muy significativa ya que, por primera vez, la Argentina era sede de un Campeonato Sudamericano y también palpitaba su debut olímpico.
En el selectivo de marzo, Brewster ganó los 400 metros con 51 3/5, seguido por Escobar, mientras que Casasnovas venció en 200 con 22 3/5. Una semana después, Casasnovas participó en un torneo internacional en Montevideo, donde ganó los 400 y escoltó al local Felitto sobre 200 metros.
En el Campeonato Sudamericano disputado en la pista de césped del Club Atlético San Isidro los argentinos tuvieron una actuación estelar sobre 400 metros. En la segunda serie, Federico Brewster “clava” los 50 segundos, que representan el récord sudamericano y Félix Escobar queda a una décima. Dova, por su parte, gana la serie siguiente en 50.6. Y en la final, el campeón Escobar y su escolta Dova registran 49.4, nuevo tope sudamericano, el primero por debajo de la frontera de los 50 segundos. Brewster completa el podio argentino, mientras Escobar se erige en una de las figuras del plantel nacional al vencer también sobre 200 llanos con 22.1 e integrar la posta campeona de 4×400 con sus compañeros del 400 individual: 3:23.4 para un nuevo tope sudamericano. Dova, en tanto, se consagró campeón en los 800 metros con 2:02.9.
La crónica en El Gráfico sobre la carrera de 400 señaló: “¡Tres argentinos primeros! Tal fue la exclamación de todo el mundo al volcar el último codo los competidores. Escobar, Dova y Brewster encabezaban en ese orden el excelente núcleo de finalistas. Los dos primeros, después de una recia batalla, separados por escasísima ventaja continuaban su lucha en procura de la victoria, mientras Brewster, el bravo rosarino con su acción imponente recuperaba el terreno perdido en los primeros 200 metros de la prueba (…) Escobar y Dova finalizaron separados por el techo en tiempo récord de 49.4 !!! Los comentarios sobran”.
Un editorial en la misma revista señaló: “Escobar puso de manifiesto lo que puede el corazón en las contiendas deportivas. Sus hazañas en los 200 y 400 metros dejaron sorprendidos hasta a sus mismos compañeros, marcando tiempos extraordinarios y prodigándose tanto en la lucha que era necesario prestarle ayuda después de la prueba, durante su retorno a la casilla destinada a los atletas argentinos, donde se le alcanzaba una silla para que se descanse retirándose luego los compañeros y admiradores a una distancia prudencial mientras lo aclamaban continuamente”.
Los tres medallistas de 400 fueron designados para los Juegos de París, al igual que Emilio Casasnovas (5°), aunque allí solo Brewster pudo atravesar el turno inicial, alcanzando los cuartos de final donde terminó sexto.
Las pruebas de velocidad en París tuvieron un significado épico, que varias décadas más tarde llegarían al cine con la maravillosa película Carrozas de Fuego y las melodías de Vangelis. Uno de los protagonistas –en la historia real y en la película- fue el campeón de los 400 metros, nacido en China pero representante británico, Eric Liddell.
Debido a su fervor religioso, no podía realizar actividades físicas los domingos y por eso descartó su participación en los 100 metros. Aunque la película lo muestra “atribulado y confundido” al enterarse de las fechas de las carreras, lo cierto es que Liddell conocía la programación de los Juegos desde varios meses antes y se había preparado específicamente para los 400 metros.
En los 100 ganó su compatriota (y también retratado en la película) Harold Abrahams, mientras que en los 200, cuya final se disputó el 9 de julio, los estadounidenses se desquitaron a través del doblete de Jackson Scholz con récord olímpico de 21.6 y Charles Paddock con 21.7, quedando Liddell con la medalla de bronce en 21.9 y Abrahams, sexto. En las eliminatorias del día anterior, había participado Félix Escobar: con 23.0 fue segundo en su serie y llegó hasta cuartos de final, donde terminó 6°.
Escobar también participó en la posta 4×100, junto a Otto Dietsch, Guillermo Newbery y Camilo Rivas. Sin poder contar con Miguel Enrico –desgarrado- Argentina marcó 44.0 en su serie y el tercer puesto no permitió avanzar.
Las series de los 400 se corrieron el 10 de julio.
Para situarnos en aquella época, mencionemos que la mejor marca mundial era 47.2/5, lograda por el estadounidense Ted Meredith en 1916, en el estadio de la Universidad de Harvard. Sin embargo, no fue homologada por la IAAF ya que se había registrado en una carrera de 440 yardas (402.38m.) y al tope de la lista figuraba 48.2 de otro estadounidense, Charles Reidpath, desde los Juegos Olímpicos de Estocolmo en 1912.
Los argentinos tuvieron esta actuación en aquellos 400 m parisinos: Casasnovas quedó 4° en la serie 10, sin tiempo, y Dova fue tercero en la siguiente con 51.0, donde se lesionó. Escobar marcó 51.4 al llegar tercero en la serie 12, mientras que Brewster marcó 51.8 en la serie 13, donde escoltó al italiano Facelli (51.0) y así fue el único que consiguió su pasaporte a los cuartos de final.
En esa ronda, se destacó el suizo Josef Imbach al marcar 48.0, que representaba el nuevo tope mundial. En la tercera serie, ganada por el británico Guy Butler en 49.8, Brewster quedó sexto. Y en la cuarta y última, se impuso el holandés Adrian Paulen con 49.0, tres décimas por delante de Liddell. Paulen no avanzó en estos Juegos hasta la carrera decisiva pero sería, mucho tiempo después, el presidente de la Federación Internacional de Atletismo.
La nota en semifinales la dio el estadounidense Horatio Fich al llevar el récord a 47.8, una décima por delante de Butler y del canadiense David Johnson, quedando Paulen (48.2) fuera de la final. Liddell, por su parte, ganó la otra semi en 48.2 y junto a él avanzaron Imbach (48.3) y otro estadounidense, John Taylor (48.7).
En la histórica final olímpica de los 400 metros de París, disputada el 11 de julio y en una jornada muy ventosa, Liddell iba por el andarivel exterior. Produjo un impresionante arranque de 22.2 al atravesar la línea de los 200 y con una ventaja de casi 10 metros sobre sus seguidores (recordemos que había logrado su medalla de bronce de 200 con 21.9). Aunque después, el escocés bajó el ritmo, terminó en un formidable récord para la época (47.6) y con un amplio margen sobre Fitch (48.4) y Butler (48.6), quedando cuarto el canadiense Johnson (48.8). Taylor, lesionado, igual ocupó el quinto puesto e Imbach abandonó.
Aníbal Vigil, enviado especial de El Gráfico, tituló su crónica: “Un pastor campeón del mundo”. Y contó: “E.H.Liddell, el pastor escocés de la iglesia anglicana, jugador internacional de rugby, es también capaz de conquistar para su patria un laurel olímpico. Y este profesor de virtudes que se abstuvo de intervenir en los 100 metros porque se disputaban un domingo dará un sermón en la Iglesia Escocesa de París. Habrá que oírlo Será un sermón sensacional y vaya uno a saber a qué atribuye su triunfo… Maldiciendo estará Fitch, de que estos 400 metros hayan caído entre semana”.
Fitch declaró: “No podía creer que un hombre pudiera establecer ese ritmo y terminar. Pero Liddell se esforzó como un poseído, no se debilitó. Con la cinta de llegada a solo 20 metros, volví a acercarme, pero Liddell se recompuso y salió disparando”. La crónica de la agencia AP concluyó que “ciertamente, no hubo una victoria más popular, la multitud entró en un frenesí de entusiasmo”.
Varios meses más tarde, el 25 y 26 de octubre en la pista de Gimnasia y Esgrima, se realizaron los Campeonatos Nacionales, donde Dova ganó los 400 metros con 51 1/5, Brewster quedó tercero y Escobar, sin encontrarse en su mejor forma, fue 5° (también subcampeón de 100 y 200). Dova, además, logró los 800 con 2:03.2/5 y medallas de plata en los relevos con su equipo de la YMCA.
La crónica de El Gráfico apunta: “En los 400 metros llanos se produjo la inesperada derrota de Félix Escobar, el gran atleta platense y uno de los favoritos de la carrera. En todo el transcurso no demostró su característica acción tenaz, y después de haber perdido mucho terreno en los 150 metros iniciales, finalizó en forma realmente inadecuada. Correspondieron a Dova los honores de la victoria en la clásica distancia, efectuando una carrera fuerte desde sus comienzos y resistiendo en los tramos decisivos la recia carga llevada por Laurencena, su compañero de club, y por Brewster, el serio campeón rosarino. El primero de éstos acusó un inteligente estado de preparación y fue de todos los finalista el que transpuso la meta en mejores condiciones y con mayor entereza. (…) Si bien Escobar ocupó una última posición, reveló un admirable espíritu de lucha y su gran corazón. A nuestro juicio, la derrota del crack fue originada por el mismo carácter violento que se imprimió al tren de carrera, así como a su desacertada iniciación de la misma”.
Para Dova el cierre de temporada fue a todo tren, ya que el 7 de noviembre llevó el récord de los 800 a 2:00.2 y dos semanas después ganó tres pruebas durante el Torneo Municipal: 200, 400 y 800 metros.
Para darle un marco a aquellos registros, señalemos que –de acuerdo al ranking mundial, revisado y actualizado hasta nuestros días por el experto Richard Hymans- ningún argentino se acercaba a un lugar expectante hasta 1923, donde había 56 velocistas en el mundo por debajo de 50 segundos en 400 metros. En total, un centenar de velocistas corrieron por debajo de 50.7. Pero los 49.4 de Escobar y Prada los elevaron hasta el 31° puesto en la lista de 1924. Un mérito significativo, si tenemos en cuenta que, al tratarse de una temporada olímpica, la prueba experimento una firme evolución.
A principios de 1925, el nombre que se iba afirmando era el de Federico Brewster, mientras que asomaba Angel Prada como el nuevo valor para los 400 llanos.
Los Campeonatos Nacionales se realizaron el 11 y 12 de abril en Ferro y allí Prada ganó la prueba de 400 con 52 1/5, delante de Brewster quien, a su vez, fue campeón en su nueva especialidad de 400 metros vallas (57 3/5) y con las postas corta y larga de Gimnasia de Rosario. Escobar logró una medalla de bronce, en los 200 metros.
El envión de Brewster lo llevó hasta el primer Campeonato Rioplatense –el match Argentina vs Uruguay que tendría casi cinco décadas de vigencia en nuestra programación- y que se realizó el 15 y 16 de mayo en el Parque Los Aliados, en Montevideo. Brewster estableció la plusmarca sudamericana de los 400 vallas con 56.0, además de ganar la distancia llana en 51.0 y contribuir al triunfo de la posta larga con 3:28.0.
Pocos días después, en Rosario, se produjo la reaparición de Dova en un torneo que organizó Gimnasia Allí marcó 2:03.0 sobre 800 metros, Brewster compitió en 400 vallas con 57.0 y la ciudad contó con su estrella Brunetto: 14.90 metros en salto en triple.
Y el 23 de junio en Buenos Aires, Dova se convirtió en el primer atleta argentino en correr los 800 metros por debajo de 2 minutos: igualó el tope sudamericano en poder del chileno Luis Müller con 1:59.2.
Para 1926 el gran compromiso era el Campeonato Sudamericano de Montevideo y allí Brewster repitió su seguidilla de la temporada anterior: ganó los 400 llanos en 51.0, delante de Prada, y los 400 vallas con un récord sudamericano de 55.4. La posta formada por Prada, Heguy, Genta y Brewster también se quedó con el título: 3:25.2.
Pocos días más tarde en Santiago de Chile, los clubes alemanes de ese país organizaron los denominados “Campeonatos Internacionales” en el estadio de Los Leones. Brunetto, por supuesto, era la mayor atracción y saltó 14.615 en triple. Y el astro del fondo chileno Manuel Plaza –quien ya se había lucido durante el maratón olímpico de París y alcanzaría la medalla de plata en Amsterdam en 1928- corrió ahora los 5.000 metros en 15:27.4 y un medio maratón.
Brewster libró dos intensos y vibrantes duelos con los atletas locales, el domingo 2 de mayo. En los 400 metros llanos venció con 49.4, igualando el récord sudamericano de sus compatriotas Escobar y Dova. El chileno Elías Catalán le escoltó con 50.0, estableciendo el récord de su país, y tercero fue su compatriota Guillermo Godoy. “Catalán iba adelante hasta entrar a la última recta. Brewster hace ahí un embalaje y lo alcanza, corren juntos varios metros, hasta que faltando pocos metros, gana el argentino” describió el diario local La Nación.
En los 400 con vallas, el chileno Ricardo Muller, quien había escoltado a Brewster en el Sudamericano, marcó 56.6 y lo superó ajustadamente. “Fue un duelo emocionante –apunta el mismo diario- Muller llevaba dos metros tras pasar el último obstáculo y Brewster fue disminuyendo centímetro a centímetro, para llegar casi al pecho”. Brewster, además, quedó tercero en los 200 metros, donde se impuso el flamante campeón sudamericano –y más adelante directivo y juez argentino- Eduardo Albe con 22.6.
Aquel 49.4 de Brewster en Santiago lo instaló entre los cuarenta primeros del mundo en la temporada 1926.
El cierre para esta generación se dio durante el Sudamericano de 1927, disputado también en Santiago, donde Angel Prada se consagró campeón de los 400 y del relevo largo junto a Roberto Genta, Escobar y Juan Acosta, con 3:24.2. Sin embargo, Dova aún mantendría su presencia por varias temporadas y en el Sudamericano de 1933 en Montevideo alcanzó el cuarto puesto de una final histórica de 400 y se llevó una nueva dorada con el relevo largo.
La participación de Emilio Enrique Casasnovas en el campo atlético fue más breve que la de sus compañeros y sus únicos registros internacionales se remontan a aquella citada temporada del 24. Pero, más adelante, tendría protagonismo en el fútbol: una extensa trayectoria como DT:
De familia de ascendencia francesa, Casasnovas integró uno de los equipos pioneros del atletismo nacional (Velocidad y Resistencia). Pero, al mismo tiempo, se destacaba como boxeador: fue campeón de los medianos entre los aficionados, en 1923. Estudió Educación Física y ejerció al retirarse de las competencias atléticas. “También era masajista, atendía en su propia casa” nos cuenta su nieto Emilio Grimoldi, quien hoy vive en San Luis. Curiosamente, otro boxeador argentino de apellido similar (Oscar Casanovas, sin la segunda s) también brilló en la década siguiente –logró la medalla de oro de los plumas en los Juegos Olímpicos de Berlin- y a veces hay confusión sobre ambos. Pero no tenían ningún parentesco.
Casasnovas fue el técnico de Huracán en varios períodos de la década del 30, en los albores del fútbol profesional en nuestro país. Aunque en aquella época la función se denominaba “Entrenador” y estaba más concentrada en la preparación física que en el armado de los equipos. Posteriormente, dirigió a varios planteles del fútbol argentino, sobre todo en la B: Unión de Santa Fe (en 1948 y 1952), Los Andes, Banfield, Argentino de Quilmes. Entre 1958 y 1963 lo hizo en Mendoza –allí fue técnico de Palmira- para retornar luego a Buenos Aires. Justamente en ese momento lo entrevistaron en Clarín y comentaba la actualidad del fútbol nacional, todavía envuelto en las debacles mundialistas del 58 y 63. “No creo que estemos bajos en la parte técnica al menos, pero defeccionamos en lo físico. Solucionando esto, vendrá la recuperación”, opinaba. Un año más tarde, en Argentino de Quilmes, no le fue bien: el equipo ganó apenas uno de sus 44 partidos del extenso campeonato de Primera B y terminó último entre los 23 participantes. Pero no hubo descensos, debido a una reestructuración.
Casado con Carmen González, tuvieron cuatro hijas: Norma, Ester Haydée, Susana y Marta.
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(*) Del libro: «400», R.Aguilera-E.Biscayart-L.Vinker, Biblioteca Digital, Atletismo Sudamericano