ALBERTO TRIULZI
Los Juegos Olímpicos de Londres, en 1948, marcaron la vuelta del gran acontecimiento, tras la tragedia de la Segunda Guerra Mundial.
El atletismo argentino atravesaba por un óptimo momento y allí, dichos Juegos fueron de los más exitosos de su historial, con la medalla de oro en el maratón que logró Delfo Cabrera –el 7 de agosto, exactamente 16 años después del triunfo de Juan Carlos Zabala en Los Angeles- y la medalla de plata de Noemí Simonetto en salto en largo, la única hasta el momento de una atleta argentina en el sector femenino. Con Eusebio Guíñez y Armando Sensini, 5° y 9° respectivamente, la Argentina ubicó tres top-10 en el maratón, mientras que la otra gran dama de nuestro atletismo, Ingeborg Mello se ubicó entre las nueve mejores de bala y disco.
Pero hubo otras actuaciones relevantes, como el cuarto puesto de Enrique Kistenmacher en el decathlon, donde triunfó el más joven campeón de la historia olímpica estadounidense (ese prodigio llamado Bob Mathias), y también el cuarto puesto de Alberto Triulzi en los 110 metros con vallas, detrás del imbatible trío estadounidense.
Triulzi fue el más grande vallista de la historia del atletismo argentino, un prodigio juvenil que entrenaba en Gimnasia y Esgrima bajo la guía de Estanislao Petkiewicz y que en la temporada anterior –exactamente el 12 de octubre de 1947- había derrotado al plusmarquista europeo, el sueco Akan Lidman, para fijar un récord sudamericano de 14 segundos, exactos. Se recuerda ese duelo como uno de los más grandes de la historia atlética argentina y complementó la formidable participación de Triulzi en el Sudamericano de Rio de Janeiro, donde obtuvo los 200 metros llanos y los 110 con vallas, sumando una tercera dorada con la posta 4×100.
Nacido el 6 de enero de 1928, Triulzi tenía ascendencia italiana, sus abuelos habían llegado al país a fines del siglo anterior, procedentes de un pueblo llamado justamente Triulzi, próximo a Milán.
Solamente el estadounidense Harrison Dillard logró durante 1947 una marca superior a la de Triulzi, cuyo registro permaneció imbatible dentro del atletismo argentino durante más de cuatro décadas. Recién en 1991, Oscar Ratto igualó los 14s.0 y mejoró otra décima cinco años más tarde, convirtiéndose así en el primer atleta de nuestro país en correr por debajo de los 14 segundos. Pero si tomamos en cuenta el equivalente del cronometraje electrónico –donde se considera una diferencia de 24 centésimas con el manual- los 14s.18 de Ratto en 1992 ya mejoraban la antigua performance de Triulzi. A nivel sudamericano, los 14s.0 manuales de Triulzi recién fueron igualados dos décadas después (1968) por el colombiano Hernando Arrechea, aunque éste también consiguió 14s.09 electrónicos durante los Juegos Olímpicos de México, un equivalente cercano a los 13s.8 manuales.
El antecedente de sus 14s. encumbró a Triulzi como una de las esperanzas argentinas para los Juegos de Londres. Allí señaló los 14s.6 que le dieron el cuarto puesto. Los tres atletas que coparon el podio pertenecían de la potencia histórica de la especialidad, Estados Unidos: William Porter, Clyde Scott y Craig Dixon. En realidad, el gran favorito para esos Juegos era Dillard, apodado “Bones” (Huesos). Sin embargo, Dillard falló en las eliminatorias de su país y, como consuelo, participó en los 100 llanos, la prueba reina del atletismo olímpico: no solo clasificó para Londres, sino que allí sorprendió con su medalla dorada. Cuatro años más tarde coronaría su mayor ambición, al ganar los 110 metros con vallas en Helsinki.
En los Juegos de Londres, Triulzi ganó la tercera serie con 14s.6, el mismo tiempo que el australiano Peter Gardner, mientras los favoritos estadounidenses dominaron las otras eliminatorias. La nota sentimental en esas series fue la caída –y abandono- de uno de los símbolos del atletismo británico, Don Finlay: tenía 39 años, había sido subcampeón olímpico (1936) y bronce (1932), además de campeón europeo en la década anterior y ahora le tomó el juramento a todos los deportistas en la ceremonia inaugural. En semifinales se jugaban las seis plazas disponibles para la carrera decisiva y no hubo sorpresas. Dixon, con 14s.2, logró la primera y por allí también ingresaron Gardner (14s.5) y otro conocido de Triulzi, el sueco Lidman (14s.6). En la segunda semi, Porter comenzó a mostrar sus cartas con récord olímpico de 14s.1, seguido por Scott a una décima y Triulzi con 14s6. La final se disputó el 4 de agosto de 1948 en el Estadio de Wembley. Scott tomó la delantera, pero en la tercera valla Dixon pasó al frente. Porter presionaba muy cerca y su rush ante los últimos dos obstáculos fue imparable: ganó con un récord olímpico de 13s.9, con medalla de plata para Scott y bronce para Dixon, ambos en 14s.1. Triulzi quedó cuarto, aventajando por una décima a Gardner, cerrando las posiciones Lidman. Así se consignaron los tiempos en la planilla, aunque existe una versión de tiempos electrónicos, todavía no oficializados en esa época. Indica: 14.20 para el campeón, 14.24 para Scott, 14.29 para Dixon, 14.71 para Triulzi, 14.79 para Gardner y 14.86 para Lidman.
En la temporada de 1949, Triulzi retuvo su cetro sudamericano de vallas en Lima. Luego se radicó en Estados Unidos, con una beca del Gobierno. Sin embargo, la controversia por su ausencia en los Juegos Panamericanos de Buenos Aires (1951) motivaron fuertes críticas y hasta sanciones desde nuestro país, algo que recién se saldaría mucho después, cuando ya estaba alejado. Triulzi retomó su campaña atlética en el Santa Barbara College (hoy Universidad de California-Santa Barbara), donde volvió a encontrarse con los mejores especialistas del mundo. Aunque no pudo repetir sus famosos 14.0.
Casado con Carmen Mora –salvadoreña- tuvieron tres hijos: Alberto Jr, Betina y Carmen Elena. Triulzi trabajó en distintas áreas, desde ventas de seguros hasta el manejo de una gasolinera en California. Murió un infarto, el 25 de septiembre de 1968. Tenía 40 años, fue enterrado en el cementerio de North Hollywood. En Clarín se escribió: “Triulzi tuvo una personalidad avasallante, nunca se achicó ante las responsabilidades. Y más de una vez fue él quien impresionó a sus rivales con esa seguridad que manifestaba aún en los momentos más trascendentales. Su vida fue un constante desafío. A las marcas, a sus adversarios, a todo. Quizá allí haya estado la razón de ese voluntario destierro al que se sometió”. Y en La Prensa lo despidieron así: “Triulzi era poseedor de un espíritu alegre, tenía mucha fe en las pruebas que corría y su jovialidad era contagiosa (…) Se lo recordará siempre como un excelente atleta y un recordman ejemplar”.
Cuando la Federación Atlética Metropolitana realizó la gala por el Centenario del atletismo federado en nuestro país, en el invierno del 2019 en La Usina del Arte, Triulzi –merecidamente- fue uno de los homenajeados. Y una de sus hijas, Betina llegó especialmente de El Salvador, acompañada por su primero Juan Alberto, para recibir ese testimonio de manos de aquel gran compañero de entrenamientos y competencias que fue Kocourek. El recuerdo de Alberto Ubaldo Triulzi estuvo, entonces, más vívido que nunca en el corazón de nuestro atletismo.
(Fuente: «Prodigios sobre las vallas», por Luis Vinker – Biblioteca Digital / Atletismo Sudamericano)
(Imagen: uno de qiuenes lleva en andas a TRiulzi es nada menos que el campeón olóimpico Delfo Cabrera.